Vuelos a Europa
Hay un amplio abanico de cosas que hacer en la Isla Esmeralda que pocos destinos pueden igualar. ¿Música tradicional en sitios de reunión con siglos de antigüedad? ¿Castillos en ruinas sobre grandes extensiones de hierba verde reluciente? ¿Casas de campo con techos de paja rodeadas de esponjosas ovejas? Sí, sí y, definitivamente, sí.
Además, Irlanda ofrece también lo mejor de la vida moderna. Dublín es una ciudad cosmopolita con tiendas mundialmente famosas y una escena gastronómica que mejora con cada día que pasa. Sus pequeños callejones albergan cafés y boutiques elegantes, y las bulliciosas calles ofrecen museos fantásticos y filas de bellas casas georgianas. Pasee a lo largo de los márgenes del río Liffey siguiendo los pasos de James Joyce y camine sobre los adoquines del Trinity College antes de pararse a contemplar el manuscrito Book of Kells.
Más al sur, Cork es una ciudad muy agradable y acogedora también, y menos visitada que Dublín. Galway, una diminuta ciudad de estudiantes, tiene una animada escena musical y todo el encanto del oeste de Irlanda. Los senderos que serpentean por el condado de Kerry son un paraíso para todo aquel que haya visto alguna vez una postal de Irlanda y se haya enamorado de este país.
Aunque el tiempo en Irlanda deja algo que desear, el momento álgido son las largas noches de verano, cuando el sol parece no ponerse hasta escasas horas de la medianoche y la gente trasnocha aprovechando al máximo la luz. En invierno, abríguese, llévese un chubasquero y disfrute de la gran ventaja de que haya menos turistas.
El atractivo de Irlanda se debe en gran parte a su gente: cálida, risueña y con un humor autocrítico. Será lo que mejor recuerde de su visita.